1 Corintios 1:10 “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.”
Escrito Por: Ericka Herrera de Avendaño.
En la carta de Pablo a los corintios, encontramos una exhortación profunda y apasionada por la unidad en la iglesia. Él les suplica en el nombre de nuestro Señor Jesucristo que hablen todos una misma cosa, que no haya divisiones entre ellos, sino que estén perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer (1 Corintios 1:10).
La unidad en la iglesia es esencial para el testimonio del evangelio. Cuando vivimos en armonía y unidad, mostramos al mundo el amor transformador de Jesús. Pero para lograr esta unidad, debemos estar dispuestos a alinearnos con la mente de Cristo y a dejar de lado nuestras divisiones y egos.
Hablar una misma cosa implica tener un lenguaje común en nuestra fe, basado en las enseñanzas de la Palabra de Dios. Esto requiere que todos estemos arraigados en la verdad de las Escrituras y busquemos la sabiduría de Dios. A medida que nos alineamos con la mente de Cristo, nuestras palabras y acciones reflejarán la unidad que Dios desea para su iglesia.
La unidad no significa que todos debamos pensar exactamente igual en todos los aspectos, sino que estemos unidos en el amor y en el propósito de glorificar a Dios. Debemos cultivar una mentalidad de humildad y amor, reconociendo que cada miembro del cuerpo de Cristo tiene un papel único y valioso. Al trabajar juntos, superando nuestras diferencias, podemos alcanzar una unidad que nos fortalece y permite que el amor de Cristo brille.
La unidad no es una tarea fácil, pero es posible cuando estamos dispuestos a poner de lado nuestras propias agendas y ambiciones. Es un llamado a renunciar al orgullo y a buscar la reconciliación. En lugar de alimentar divisiones y conflictos, debemos esforzarnos por buscar el bienestar común y la edificación mutua.
Hoy, le invito a reflexionar sobre su papel en la unidad de la iglesia. ¿Está comprometido a buscar la unidad como iglesia? ¿Está dispuesto a dejar de lado las divisiones y a trabajar en armonía con otros hermanos?
Oremos para que el Espíritu Santo nos capacite para vivir en unidad y para cultivar una mentalidad de amor y humildad. Que nuestras palabras y acciones reflejen la mente de Cristo y promuevan la unidad en la iglesia. Que estemos dispuestos a superar las divisiones y a trabajar juntos en amor, para que el mundo vea la hermosa unidad que solo puede provenir de Dios.