1 Corintios 12:14 Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.
Escrito Por Dayse Villegas Zambrano
El apóstol Pablo insiste en esta idea, y haremos bien en no pasarla por alto. La falta de unidad era una preocupación para él. Y también lo es para nosotros. Un cuerpo sano, hermoso y vivo es la unión de todos los miembros, englobados por esta cubierta de piel que Dios nos ha dado.
No hay órganos flotantes. No hay huesos que no puedan ser cubiertos por la piel. Hasta los dientes tienen su cobertura, a menos que queden expuestos por una sonrisa.
Y en nuestro interior, los órganos están trabajando en estrecha unidad, sometidos a presión, conectados por arterias y nervios, dirigidos por el cerebro, protegidos los más vulnerables por los huesos.
Nosotros, los miembros del cuerpo de Cristo, somos muchos, compartiendo este Espíritu, esta vida y este destino de redención. Por eso es doloroso y no está bien que haya tantos cristianos que, estando en la iglesia, se sienten solos. Cristianos que siendo parte del cuerpo, no encuentran su función. Cristianos que, trabajando y sirviendo en su iglesia, sienten que la carga es mucha para unos pocos colaboradores. Cristianos que, teniendo muchos años en la iglesia, sienten que no crecen, que no avanzan, que no aprenden.
Estas cosas no deberían ser así porque somos un cuerpo con multiplicidad de miembros, cada uno experto en aquello para lo cual ha sido creado. En el libro de Hechos vemos cómo el Espíritu revelaba en oración la obra que quería hacer y a las personas a las que había elegido para esa labor, y así distribuía a los miembros del cuerpo de Cristo al lugar de su propósito (Hechos 13:2).
Por eso necesitamos buscar la plenitud del Espíritu, porque crecer no es solo agrandarse, sino encontrar el lugar correcto en el que Dios quiere usarnos para la edificación personal y grupal. ¿Usted también está en esa búsqueda?