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1 Corintios 12:5 “Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo”.

Por:  Dayse Villegas Zambrano

Cuando Jesús empezó su ministerio, llamó a una docena de hombres para que lo siguieran, pero él no tenía casa, escuela o sede. Su campo de enseñanza fueron los caminos, las plazas, las playas y las barcas. Prometió enseñarles a pescar… aunque él no era pescador; sin embargo, ellos no pusieron reparos, y le siguieron. 

El llamado a los discípulos que Jesús hizo en Mateo 4:19 tiene dos partes. La primera es lo que Jesús pide de ellos: “Venid en pos de mí”. Aún no había venido sobre ellos el Espíritu Santo. Así que todo lo que tenían era la voz de Jesús.  Si vamos a seguir al Señor tenemos que entender que nuestro llamado viene de él, y que es él quien nos ha conferido un ministerio. Nosotros servimos porque hemos oído el llamado de Jesús. Él ha definido nuestra área de servicio a su gusto: el impacto, la duración, el proceso de crecimiento. El Espíritu Santo, conociendo esto, nos ha dotado para que pudiésemos cumplir esa encomienda con excelencia.

También debemos entender la segunda parte del llamado, lo que Jesús ofrece a los que le siguen: “Os haré pescadores de hombres”. ¿Por qué no les dijo embajadores o ministros o voceros? 1. Jesús conservó la idea de trabajo duro que está relacionada con la pesca. Es un trabajo de fuerza. 2. Es un trabajo en equipo, no en solitario, pues no es pesca recreativa o deportiva. Es un esfuerzo muchas veces familiar, pues Jesús llamó a dos parejas de hermanos, Pedro y Andrés, Juan y Jacobo. 3. Es una labor ambiciosa, pues no se saca la barca ni se echa la red para atrapar un solo pez. Se va por el máximo. 

De repente podemos pensar que en ciertos asuntos nosotros somos los expertos en nuestro oficio, en nuestra vida personal, familiar, sentimental o financiera. Así que le confiamos a Jesús nuestra vida espiritual y lo desvinculamos de todo lo demás. Y nos equivocamos. Jesús es el Maestro, y él nos enseñará una nueva manera de vivir, si lo seguimos.

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