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1 Corintios 13:4-5: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;”

Escrito Por: Jackson Villalobos Duarte

Las primeras características del amor las leemos en la primera porción del versículo 4 de 1 corintios 13: “El amor es sufrido, es benigno;”, cuando se ama con integridad, se es capaz de amar incondicionalmente, a pesar de las pruebas o circunstancias que puedan presentarse. Pero se dice que el amor es benigno, es decir, muestra una buena voluntad, comprensión y simpatía, pues todo esto implica el amar: amar a Dios y a nuestro prójimo.

En la segunda porción del versículo 4 y todo el versículo 5 de 1 Corintios 13 nos dice: “el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;”.  El amor no es manifiesto cuando una persona tiene odio, envidia, malas intenciones, vanidad, rencor, busca lo suyo y actúa mal intencionadamente por beneficio propio, es decir no existe el amor en esa persona. Como hijos de Dios estamos llamados a manifestar el amor de Dios, ese amor ágape que Él nos mostró, al enviar a su Hijo a morir en una cruz para salvarnos de la eterna condenación. Debemos obedecer la voluntad de Dios y amarlo porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19).

Estimado lector, razonemos por un momento, si una persona tiene odio, rencor o algún otro mal sentimiento en contra de alguien ¿es propio decir que esta persona tiene amor?, pues conceptos como el amor se deben de vivir íntegra y genuinamente, porque él que verdaderamente no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor (1 Juan 4:20), es amando de verdad que cumplimos la voluntad de Cristo y sabemos que somos sus discípulos  (Juan 13:34), mostrando un  buen testimonio y ejemplo a las personas que nos rodean. Emulemos el ejemplo de aquel que se hizo hombre, bajo a la tierra y se humillo así mismo dándose como sacrificio por nuestros pecados (Filipenses 2:6-8); es por su infinito amor y gracia que somos salvos.

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