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1 Juan 1:17 “Porque la ley por Moisés fue dada: más la gracia y la verdad por Jesucristo fue hecha”.

Por: Dayse Villegas Zambrano

En la parábola del rico insensato (Lucas 12:13-21), Jesús habla de un hombre que siendo ya rico, tenía proyectado ganar aún más, y al consultar consigo mismo, pensó que no tenía dónde guardar sus riquezas, y todo lo que se le ocurrió fue hacer almacenes más grandes donde acumularlo todo. Y entonces —esto es lo más impactante de su monólogo— su alma tendría asegurados muchos años de reposo, saciedad y regocijo. ‘Necio’, es la palabra que lo califica. Ni siquiera tenía potestad sobre su propia alma. 

Aquel hombre tenía bienes, pero no tenía gracia ni mucho menos una doctrina sólida. Nunca la prosperidad ha sido un método confiable para medir el estatus del alma delante de Dios. En cambio, hallar gracia delante de Dios tiene un valor incalculable. Es una virtud tan generosa que se resiste a ser acumulada y embodegada. Dios la tiene, y lo que hace con ella es repartirla con liberalidad. Como el agua, la gracia fluye y se derrama. 

La gracia no es un simple decreto por escrito. Es superior a cualquier ley en la tierra. Es poder de Dios en acción. Es lo que Jesús vino a hacer al mundo. Y si usted, como él, está lleno de gracia, también, como él, quiere compartirla.  En este mes, pongámonos como propósito hacer gracia, tal como la hizo Jesús. Tocando a los enfermos, orando por los atormentados, dando de comer a los que tienen necesidad, predicando las buenas noticias de salvación. Participemos de la obra de la gracia. 

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