1 Pedro 1:6-7 “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
Hay diferentes tipos de pruebas por las que pasamos. No sé por cuál esté pasando usted. Prueba de salud, prueba económica, prueba matrimonial, prueba familiar, prueba laboral, prueba de su carácter. Pedro explica que para los cristianos, todo se reduce a que está siendo probada nuestra fe, mucho más preciosa que el oro.
Parece ser que la prueba es capaz de consumir muchos aspectos de nuestras vidas. Quemar nuestros bienes, nuestras relaciones, nuestra carrera. Dejando heridas y pérdidas terribles. Si miramos hacia atrás en nuestras vidas, todos hemos perdido algo a causa de la prueba. Pero jamás podrá quemar nuestra fe, repetimos: mucho más preciosa que el oro. Ella resistirá. Lo que el fuego de la prueba hará será refinarla y dejarla más preciosa que antes, de manera que en el día de Jesucristo, cuando lo corruptible se vista de incorrupción y lo mortal se vista de inmortalidad, esa fe reluzca en alabanza, gloria y honra.
De manera que sea cual sea la prueba que por ahora lo aflige, le animo a que retenga su fe, pensando que está siendo refinada, y que dentro de usted hay un tesoro que soportará más allá de la muerte. La fe es un adorno imperecedero que usted se llevará para la eternidad. Lo acompañará hasta la presencia del Señor. Cuide de ella. Atesórela. Aliméntela. Apréndase las promesas del Señor Jesús y aférrese a ellas, porque no encontrará nada más cierto en esta vida. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35).