1 Pedro 2:1-3 Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, 3 si es que habéis gustado la benignidad del Señor.
Escrito Por Dayse Villegas Zambrano
Hace unos años fueron muy populares en televisión los programas de acumuladores, personas que se dedicaron a llenar sus casas de objetos en serie, a tal punto que ya no había dónde poner un pie, y ellos mismos quedaban atrapados dentro de sus hogares. La acumulación, llevada a ese punto, es una enfermedad mental.
Un acumulador llena su casa de cosas que se van deteriorando, que no puede usar, que no limpia ni bota y que le impiden vivir dignamente, recibir en casa a los suyos (terminan viviendo solos) y menos aún pueden traer a casa algo bueno, nuevo, limpio y útil. Todo lo que hay allí se convierte en basura.
El crecimiento armonioso de una iglesia conlleva también hacer la limpieza. Abandonar una serie de prácticas que llegan a nuestras casas y a nuestras congregaciones y se quedan allí haciendo moho, creando pudrición y basura, enfermándonos y robando lugar que podría servir para albergar a otros o para cosas realmente valiosas y útiles.
El apóstol Pedro cita unas cuantas. Malicia, engaño, hipocresía, envidia, y la detracción, que es faltar a la honra ajena con palabras. Esas semillas producen raíces de amargura que terminan enfermando a las congregaciones. La intoxican y la dejan mal nutrida y espiritualmente pequeña, como un niño al que se hubiera criado con bebidas azucaradas y comida rápida.
En cambio, en la iglesia hay necesidad de la palabra de Dios, antes que de nuestras propias palabras, que cuando son excesivas pueden terminar en los vicios que nombra Pedro. Debemos desear esta palabra como un niño de pecho que llora porque el alimento que él conoce y desea es el que proviene de su madre.
El apóstol también llama a la palabra la benignidad del Señor. Una vez que la hemos probado, no queremos otra cosa. Y aquí nos despedimos de los devocionales del mes de junio, con un aspecto más del crecimiento del cuerpo de Cristo: el crecimiento hasta la plenitud de la salvación. Creo que hemos sido llamados a una vida abundante, a una experiencia de crecimiento ilimitada. No tenemos que hacer más cosas para ser salvos. Es que ahora que somos salvos, descubrimos que nacer de nuevo y ser sido librados del pecado y de la muerte es solo el inicio de una serie de experiencias maravillosas con el señor Jesucristo. De gloria en gloria (2 Corintios 3:18). Sin conformarnos, sino transformándonos (Romanos 12:2). Buscando cada vez más y más. Queridos hermanos, se nos ha dado la experiencia completa vida eterna, no algún día, sino desde ahora y para siempre. ¿Por qué nos vamos a perder semejante oportunidad? Que Dios bendiga a su iglesia.