1 Pedro 2:1 “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones”.
Escrito Por: Ps. David Pérez Vera
Que bien hace a nuestras vidas el ejercicio físico, pero a la luz de la lectura bíblica de hoy, el Eterno nos llama hacer en este día un ejercicio distinto, es decir, un ejercicio de carácter espiritual, para el crecimiento y edificación de todo el Cuerpo de Cristo.
Esta acción espiritual que estamos llamados hacer en obediencia y con mucha responsabilidad, debe manifestarse por cuanto no podemos esperar que Dios haga todo por nosotros. Él ha dispuesto que accionemos por nosotros mismos. Empezando por dejar de lado ciertas cosas. que también el apóstol Pablo manifestó a la iglesia en Éfeso “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios 4:22 y 25).
Observando nuevamente lo que el apóstol Pedro les dice a sus hermanos, nos debemos detener a pensar en lo que se nos dice a nosotros con estas mismas palabras. Desechad, pues, toda malicia. Ahora preguntémonos, ¿qué es malicia? La mejor definición la describe como: “enojo congelado o anquilosado”. Implica el tener un espíritu que no quiere perdonar. ¿Está guardando amargura, rencor o resentimiento en su corazón? Siendo importante mencionarlo en este día, muy a pesar de compartir un testimonio de haber nacido de nuevo espiritualmente y de que ama a Jesús, nadie que se encuentre alrededor suyo podrá distinguir esa nueva vida, si está ocultando malicia, ese sentimiento de enojo arraigado en su corazón.
Claro está que, no sólo se pide esto, sino también se solicita renunciar al engaño. El engaño implica usar el ingenio para causar una buena impresión en alguien. Podemos recordar la historia que el doctor Lucas nos comparte en el libro de Hechos, cuando Ananías y Safira usaron el engaño para presentarse ante la iglesia como contribuyentes muy generosos. Esta vieja naturaleza que aún tenemos es propensa a actuar de esta manera, la misma que está inclinada a hacer daño a otros.
Finalmente termina diciendo hipocresía, envidias y toda difamación. La hipocresía es aparentar ser lo que uno no es. Y la difamación es desacreditar a otras personas. Todo esto nos lleva en obediencia, a realizar el ejercicio espiritual solicitado por el Eterno, para que cada día renunciando, dejando o abandonando toda maldad, que surge en nuestro interior, todo engaño que surge del exterior, toda hipocresía (porque el hipócrita es aquel que no es sincero, verdadero, alguien que solo finge) abandonemos toda envidia y calumnia que pueda surgir de nuestra naturaleza carnal, pues la envidia solo puede encontrar cabida en un corazón que tiene expectativas frustradas y la calumnia surge de un corazón resistente a la misericordia. Oremos para apartarnos de toda obra carnal, a fin de ser perfeccionados en el temor de Dios, Shalom.