1 Tesalonicenses 2:8 “Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos”.
Escrito Por: Jenny Flores de Villavicencio.
Cuando Pablo estuvo con los tesalonicenses, no buscó su alabanza, Él y Silas concentraron sus esfuerzos en la presentación del mensaje de Dios para la salvación de los tesalonicenses, esto era lo importante, pues los creyentes de aquel lugar habían sido cambiados por Dios, pero Pablo, les hablaba con amor haciéndoles saber que ellos querían el bienestar espiritual y eterno, para ellos, les recordó el amor tan intenso que sentía por ellos, no sólo estaba dispuestos y deseosos de anunciar las inescrutables riquezas de Cristo, sino también de dar su propia vida por los creyentes.
Las palabras expresadas por Pablo deben ser repetidas por todos los creyentes, porque testificamos para Cristo, por lo tanto nuestra preocupación no debe estar en impresionar a los demás, sino que debemos presentar a Jesús, como el único y suficiente, Salvador, nuestro gran privilegio en el evangelio es que Dios nos ha llamado a su reino y gloria. El gran deber del evangelio es, que andemos come dignos de Dios, debemos vivir como corresponde a los que son llamados con un llamado tan alto y santo.
“Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, (2 Timoteo 1:9).
Nuestro gran negocio es honrar, servir y agradar a Dios, el amor que se percibe hacia los hermanos cuando se vive en unidad con Dios es poderoso, tan poderoso que puede llegar a ser como el vínculo familiar de incondicionalidad, entrega y servicio en amor.