1 Tesalonicenses 4:3 “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación.”
Por: Ericka Herrera de Avendaño
La santificación es un proceso esencial para una iglesia que persevera anclada en la fe. Pablo nos recuerda hoy, que la voluntad de Dios es nuestra santificación. Este proceso implica apartarnos del pecado y vivir una vida que refleje la santidad de Dios.
La santificación no es una opción, sino un mandato divino. Dios desea que cada creyente sea apartado para Él, viviendo en pureza y obediencia. La santificación es un proceso continuo que dura toda la vida. No es algo que se logra de una vez, sino es una transformación constante, mediante el poder del Espíritu Santo. Este proceso no solo nos beneficia individualmente, sino que también fortalece la iglesia, creando una comunidad que refleja el carácter de Cristo al mundo, implica una decisión consciente de alejarnos del pecado.
Cuando los miembros de la iglesia viven vidas santificadas, su testimonio brilla y atrae a otros hacia Cristo. La pureza y la dedicación a Dios se convierten en un ejemplo poderoso que inspira a otros a buscar la santidad en sus propias vidas. Al comprometernos juntos a vivir en santidad, apoyándonos y exhortándonos mutuamente, creamos un ambiente donde la presencia de Dios puede obrar poderosamente. Esta unidad en la santidad nos permite enfrentar desafíos con una fe firme y una esperanza renovada.
Amada iglesia, abracemos la santificación como un llamado divino y un proceso continuo en nuestras vidas. Apartémonos del pecado y busquemos vivir en pureza y obediencia, sabiendo que es la voluntad de Dios para nosotros. Perseveremos anclados en la fe, permitiendo que el Espíritu Santo nos transforme y nos capacite para ser un testimonio vivo de la santidad de Dios en este mundo.