1 Timoteo 5:8 “Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo”.
Escrito Por: Nelly Jácome de Pérez
Dios llama a los creyentes a ser “santos y sin mancha” (Efesios 1:4), a resplandecer “como luminares en el mundo” (Filipenses 2:15). Una forma de hacerlo es cuidando a los miembros de nuestra familia, pues el que no provee para su casa ha negado la fe, especialmente a los más necesitados y vulnerables.
Pablo instruyó a Timoteo y a la iglesia a cuidar de las viudas indefensas: “Honra a las viudas que en verdad lo son” (1 Timoteo 5:3). El apóstol enfatizó la responsabilidad de los creyentes de proveer para los suyos: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” (Gálatas 6:10).
Dentro de la familia debemos cuidar y proveer para los nuestros. Necesitamos estar alerta ante las necesidades de nuestros familiares y ayudar en la medida que esté a nuestro alcance. No debemos cerrar nuestros corazones ante ellos y sus necesidades reales.
La persona que descuida una obligación tan importante, que “no mantiene a su familia”, es “peor que un incrédulo” porque ha probado su falta de amor y falta de sinceridad en la fe. Es como aquellos en la iglesia de Creta que “profesaban conocer a Dios, pero con los hechos lo negaban, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra” (Tito 1:16). La afirmación de Pablo en 1 Timoteo 5 implica que incluso los incrédulos, aquellos que carecen de fe en Jesucristo y viven sin el Espíritu de Dios, tienen suficiente sentido común y compasión para cuidar y mantener a su propia casa.
La base de nuestra fe es el amor incondicional y sacrificial, ese amor que Dios tuvo por nosotros al enviar a su Hijo Jesús a morir en nuestro lugar. Nuestro día a día debe reflejar crecimiento en esta área mostrando ese tipo de amor a los demás, especialmente a nuestra familia y a la familia de la fe, amén.