1ra. de Corintios 9: 25 “Todo aquel que lucha, de todo, se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”.
Escrito por: Dayami González López.
Lance Armstrong llegó a considerarse el mejor ciclista de la historia. Único en su rama que había ganado por 7 ocasiones el tour de Francia. Pero su carrera fue opacada por las confesiones del propio ciclista de usar dopaje para ser más eficiente en las carreras.
Cuando tratamos de tomar un atajo al camino hacia la meta final, podemos encontrarnos con muchas sorpresas. La Biblia nos recuerda que la puerta por donde entran los que han de ser salvos, es estrecha, como sinónimo de que toma un sacrificio el poder entrar por ella.
No podemos pensar que correr una carrera haciendo trampa, nos dará gloria al final de nuestros días. Habrá quizás un pequeño incentivo, que nos hará incluso querer seguir en el atajo, pero hay grandes diferencias entre la pista oficial, ese camino verdadero y el atajo. Sólo la pista está iluminada, sólo la pista tiene la superficie adecuada, la meta está solamente al final de la pista, sólo alrededor de la pista tenemos una gran nube de testigos.
Tenemos que correr la carrera con la armadura que nos ha sido dada: La Escritura, la guía del Espíritu Santo, la comunión con los hermanos. Porque tomar rutas alternas solo traerá deshonra al final de la carrera y muerte espiritual.