2 Corintios 10:4 “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
Finalizamos un mes de fortalecimiento y empoderamiento. Esta palabra que está tan de moda nos muestra que en el mundo hay una sed por encontrar terreno seguro, algo que le devuelva la estabilidad.
Seamos agentes de fortaleza. Primero, viviendo vidas afirmadas en Aquel a quien hemos creído. Y luego anunciando al Autor de esta nueva vida.
Depongamos las armas carnales. Dejemos la agresividad, el sarcasmo, la desconfianza, el desprestigio, la competencia feroz. Esas fortalezas serán destruidas a lo largo de nuestro caminar con Jesucristo.
¿Qué armas nos quedan? Unas que son a menudo despreciadas y que nadie quiere tener que usar. 2 Corintios 10:1. La mansedumbre y la ternura de Cristo, con los que él venció en la cruz y con los que aún reina, capaces de derribar argumentos y altivez, y de generar obediencia (v. 5). Esas son nuestras mayores fortalezas. Oramos porque usted las encuentre y las abrace y pueda descansar en ellas.
¿Quién es el más fuerte?, en el mundo hay torneos dedicados a encontrar a tales personas. Los ganadores lucen cinturones y medallas y suben a un podio y posan para las cámaras de todo el mundo. La idea es que su fuerza sea conocida y reconocida.
¿Quién es el más fuerte?, los países y reinos equipan sus ejércitos y sus sistemas de inteligencia, y chocan en demostraciones de fuerza.
¿Quién es el más fuerte? El reino de Dios vino a este mundo en la forma de un niño. El cual tomó forma de hombre, el cual tomó forma de siervo. En el desierto de Judea, Jesús hizo callar al enemigo. Pues en Él está la fortaleza de los siglos.
Hoy, el enemigo alardea de un falso poder para tratar de intimidar a los que caminan con Jesús. No le tema. Fortalézcase en el manso Siervo, Maestro y Señor del Universo, Amén.