2 Corintios 4:10 “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
Este es uno de esos versos que dejan huella en nosotros cuando los aprendemos. Recordamos aquellos cantos en los que Jesús nos invita a mirar sus manos y sus pies horadados, las heridas en su espalda, su costado traspasado.
Pero no son solo cantos para el Viernes Santo o para la Cena del Señor. Eso sería nada más una liturgia, un conjunto de prácticas para el culto. Pablo aquí habla de una cosa muy real, que él había adquirido a un alto precio en su propio cuerpo. Literalmente y espiritualmente, él llevaba también por todas partes las marcas de Cristo, la muerte de Jesús, y en este verso no está diciendo que él sea el único privilegiado o responsable de hacerlo.
Siempre me admira leer que, al resucitar, Jesús regresó con los discípulos a mostrarles las marcas de la crucifixión, aun a los más incrédulos. No se las borró al resucitar. Él decidió conservarlas. No está avergonzado de ellas porque son las señales del mayor amor, su amor por nosotros. Antes bien, él se muestra orgulloso de esas marcas. ¿Ha leído la profecía Isaías 49:16? “He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida”. No era una figura literaria. Ese fue desde siempre su plan.
La iglesia no puede ser menos. debe llevar esculpidas en sí misma las marcas de amor de Cristo y enorgullecerse de ellas. Todos nosotros debemos llevar siempre por todas partes en nuestros cuerpos la muerte de Jesús. Muerte al pecado. Manifestación de nueva vida.
¿Queremos que la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos? Todos los días pedimos en oración por sanidad, por provisión, por protección, por milagros. ¿Estamos dispuestos también a llevar en todo nuestro ser las marcas del Señor? Esas marchas están hechas por el mayor amor. “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).