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2 Corintios 8:1  “Ahora,  hermanos,  queremos que se enteren de la gracia que Dios ha dado a las iglesias de Macedonia”.

Escrito por: Jenny Flores de Villavicencio 

En los inicios del cristianismo el apóstol Pablo en sus viajes misioneros visitó la región de Macedonia donde fundo varias iglesias, los Macedonios eran muy queridos por Pablo y les escribía cartas para animar a los creyentes, y que estuvieran seguros del amor de Dios, y   qué a pesar de las aflicciones que padecía eso le parecía poco, pues en medio de la persecución les recordaba la esperanza del seguro regreso del Señor Jesucristo.

Los cristianos Macedonios fueron conocidos ampliamente por la autenticidad y sinceridad de su fe, su buen testimonio se extendió más allá de su territorio, su fidelidad cristiana se había esparcido por todas partes, fue tal el gran impacto que ocasionó la vida y el testimonio de los Macedonios, que hoy en día seguimos hablando de su ejemplo de fidelidad y obediencia a Dios. Aquellas cartas escritas por Pablo son para los cristianos de todos los tiempos, con la idea de que nuestro amor a Jesucristo sea reflejado no solo en el orar y congregarse, sino también en el “dar” para la casa de Dios.   La generosidad de su corazón debe estimularnos a dar con amor, unidos todos en hermandad y considerando la gran oportunidad que tenemos como cuerpo de Cristo, a entregar voluntariamente nuestras ofrendas y diezmos ante el altar de Dios.

Pablo nos muestra una de las formas en que la gracia se hace manifiesta “el dar”, dar no es tan solo un mandamiento, es más bien la expresión de lo que hay de Dios en nuestro interior, entre más amor, entrega, devoción para con Dios, mayor es nuestro nivel de dar. La gracia no solo nos salva, también nos permite crecer y madurar en la vida espiritual.

Es un privilegio servir a Dios, parte de ese privilegio es ser instrumento en sus manos para suplir las necesidades de otros y de la casa de Dios, donde recibimos alimento espiritual.

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