2 crónicas 32:1 “Después de estas cosas y de esta fidelidad…vino Senaquerib rey de los asirios e invadió a Judá, y acampó contra las ciudades fortificadas, con la intención de conquistarlas”.

Por: Marianella Layana de Jácome

Cualquier situación que impida que logremos lo que anhelamos, o que produzca en nosotros angustia o dolor se llama problema, se llama adversidad. La situación que atraviesa nuestro amado país, con altos índices de violencia y corrupción, los divorcios, problemas con los hijos, falta de dinero, las enfermedades, todas estas situaciones llegan a nosotros como un gran problema.

Leyendo este capítulo tal vez esperaríamos que esta historia estuviera llena de bendiciones y gratos momentos.  Ezequías tuvo un gran problema, sus enemigos lo habían rodeado y querían conquistarlos, Ezequías ni siquiera tuvo la oportunidad de responder. Senaquerib invadió el país.

Este hombre era fiel a Dios y agradaba al Padre con sus obras, pero a pesar de ser tan fiel, esto no lo libró de atravesar momentos muy difíciles.  Muchas veces pensamos equivocadamente que si servimos a Dios con fidelidad tenemos la garantía de librarnos de aflicciones o sufrimientos, pero no es así.

El tener problemas o no, no es un termómetro o un indicador de cómo está nuestra vida espiritual.  Los problemas en la vida del creyente no significan necesariamente que se está llevando una vida sin santidad. Mientras estemos en este mundo tendremos aflicciones, como lo dice Jesucristo en su Palabra y debemos tener bien claro que nuestro Padre no va liberarnos de los problemas que se presenten, sino que nos dará los recursos, la fortaleza y nos enseñará cómo sobrellevarlos en completa paz, para así poder encontrar una solución.

Si nuestro Padre permite todo esto, es porque es necesario que entendamos que la fidelidad no se refleja solamente en lo que hacemos para Dios en su obra, o en el servicio, sino que perseverar en fidelidad también implica aprender a confiar totalmente en Dios, en su poder, en su voluntad y soberanía.