2 Samuel 12:26–28 “Entonces Joab peleó contra Rabá y envió a decir a David: He peleado contra Rabá reúne ahora al pueblo y tómala, no sea que la ciudad lleve mi nombre.”
Por: Marianella Layana de Jácome
Joab, general del ejército de David, era un hombre despiadado. Sin embargo, siempre veló por los intereses de David. Sabía que David era el rey y le era totalmente leal. En una ocasión ganó una batalla al conquistar Rabá. No se adueñó de la gloria ni quiso ser recordado por esa victoria, así que mandó llamar a David para que él fuera quien terminara la conquista y recibiera el honor. Joab sabía que no luchaba por su propio reconocimiento, sino por el rey.
Esto nos recuerda que nuestras propias victorias ya sean grandes o pequeñas, no son por mérito propio, sino por la gracia de Dios. Cuando superamos la tentación, cuando conseguimos un buen trabajo o logramos algo, es fácil pensar que fue por nuestro esfuerzo, por nuestra habilidad o inteligencia, pero el creyente maduro reconoce que la gloria es de Dios.
El verdadero creyente sabe que todo viene del Señor, y que la corona, gloria y alabanza pertenecen al Rey. Joab pudo quedarse callado y haber colgado esa corona en su tienda y reclamar la victoria sobre la ciudad. Pero El eligió glorificar y honrar a quien representaba.
De la misma manera, cuando le damos a Dios el crédito por nuestras victorias, lo estamos adorando y reconociendo su Señorío en nuestra vida. Nosotros somos sus representantes aquí en la tierra y como tales no podemos desacreditarle. Cada logro que obtenemos es una oportunidad para glorificar a Cristo.