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Gálatas 5: 22-23 “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.

Escrito por: Dayami González López.

Lauren, mi sobrina, como todos los niños a cierta edad, insiste en que le pongan ropa de edades anteriores. Ropas que ya no le sirven, porque ha crecido.

Un día viéndola en ese intento pensé que, en algunas ocasiones, así mismo es nuestro crecimiento espiritual, cuando estamos llenos del Espíritu Santo, no podemos ocultarlo, ya no andamos practicando continuamente las obras de la carne, ya no cabemos en nuestras viejas vestiduras de pecado.

Al exponer el fruto del Espíritu Santo, las personas a nuestro alrededor también pueden ver nuestro crecimiento. Es imposible que alguien se acerque más a Dios, crezca espiritualmente, manifieste el fruto del Espíritu y los otros no lo noten. La presencia de Dios en una vida marca la diferencia.

Esta porción del texto en Gálatas termina diciendo “los que son de Cristo, han crucificado la carne”. No siempre será una obra instantánea el mostrar el fruto del Espíritu; tenemos que entrenarnos también en crucificar esas cosas que sabemos que no le dan la gloria a Dios en nuestras vidas, entrenarnos en no alimentar las pasiones y deseos que son contrarios al fruto del Espíritu Santo, para dar lugar a nuestros nuevos vestidos.

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