2 Tesalonicenses 1:3 “Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás”.
Escrito Por: Nelly Jácome de Pérez
La iglesia de Tesalónica crecía en fe y amor, evidente en su actuar. La fe crece en la medida en que el conocimiento de Dios es mayor y su práctica se acrecienta y asienta en el amor. Perseverar y soportarlo todo son parte del crecimiento espiritual del creyente, pues este confía en que todo ha sido dispuesto por el Señor para su edificación y perfeccionamiento.
El versículo nos recuerda que la fe no es simplemente una aceptación mental de las proposiciones del evangelio, sino que requiere trabajo. Es la respuesta de vida total a los mandatos y las promesas del Dios que nos renueva y nos empodera por medio de Su Espíritu. Aparentemente, los tesalonicenses están respondiendo bien en sus vidas diarias de fe, aunque necesitan ánimo para seguir viviendo en pureza moral.
Cuando el escritor de la carta escuchó las noticias de la espiritualidad de esta iglesia de Tesalónica no pudo creer que se debía a él, sino que consideró que debía ser por causa de la gracia de Dios. La gracia no es solamente la disposición de Dios a hacernos bien cuando no lo merecemos. No es solo un favor inmerecido. Es también el poder de Dios que actúa en nuestras vidas y que hace que sucedan cosas buenas en nosotros y por nosotros.
Es mi oración que como congregación de los santos, podamos emular la actitud de nuestros hermanos en tesalónica, que debido a la fe y amor por nuestro Señor Jesucristo, abunde también ese amor en nuestros hermanos, a fin de que seamos de un mismo sentir, pues somos lavados, justificados, regenerados y sellados por el Espíritu Santo de Dios. Que aguardando su venida, podamos trabajar en unidad, entendiéndonos, sobrellevando los unos las cargas de los otros, llorando con el que llora, riendo con el que ríe, gozándonos con los éxitos de nuestros hermanos, Amén.