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Amós 8:11 “He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová”.

Escrito Por: Nelly Jácome de Pérez

El hambre más grave de la humanidad no se satisface con pan y carne, es el hambre y la sed espiritual. Estamos en tiempos, donde muchos desean una palabra genuina de Dios, para guiar sus vidas pero no la encuentran porque no saben dónde hallarla y se refugian en falsas religiones, sectas e ídolos que nunca podrán satisfacer su necesidad espiritual.

Buscan santuarios humanos y hacen peregrinajes tratando de hallarlo, pero no lo van a encontrar porque como dice Hechos 17:24, “Él no habita en templos hechos por manos humanas, Él mora en aquellos que le han creído”. En tiempos del profeta Amós, el Señor le habla a Israel diciéndole que vendrá un tiempo donde tendrán sed de oír su Palabra.

Su pueblo era una nación privilegiada porque se había fundado sobre la Palabra de Dios y Él les había ordenado y enseñado todo: cómo buscarlo, vivir, comer, vestirse, tratar a los ancianos, a los enfermos, a los extranjeros, etc. Y de pronto, por su dureza de corazón y su idolatría con otros dioses se apartaron del Dios Vivo. ¡Y ahora, no tenían nada! Dios había retirado su consejo, su enseñanza, su Palabra. Cuando nos alejamos de Dios, no habrá ninguna Palabra para nosotros.

El Espíritu Santo se contrista y se apaga y no podemos recibir su dirección. Cuando sintamos ese abandono, es cuando debemos reaccionar, arrepentirnos y volver al Dios Vivo. Si decidimos buscarlo de corazón lo hallaremos. Así dice Jeremías 29:12-13 “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”.

Señor Jesucristo, gracias por quitar el abismo que me separaba del Padre, con tu muerte en la cruz, por abrir ese camino para llegar a Él. No quiero perder mi comunión contigo ni un solo día de mi vida, tengo hambre y sed de ti, de tu consejo, de tu enseñanza y de tu dirección, Amén.

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