Efesios 4:32 “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”.
Por: Nelly Jácome de Pérez
Las familias de hoy en ocasiones se encuentran enfrentando conflictos en su seno y es triste ver hijos en contra de sus padres, padres en contra de sus hijos, esposos en contra de sus esposas y viceversa, hermanos en contra de hermanos. Argumentando que unos con otros, han sido decepcionados por actitudes y palabras de los otros.
El perdón es la esencia de la fe cristiana. Como hemos recibido el regalo del perdón de Dios, debemos de vivir una vida perdonadora. Cuando Jesús nos enseñó a orar, El incluyó palabras perdonadoras en Mateo 6:12, “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”.
Como gente perdonada, nosotros debemos de amar, en vez de odiar. Debemos ser bondadosos y gentiles, en vez de andar molestos y resentidos. Recordando lo que Dios hizo por nosotros, a través de Cristo, nos debe de motivar a vivir una vida de perdón. Esto incluye perdonar a aquellos que nos hicieron daño inclusive.
De una forma u otra, todos hemos sentido el dolor, y el maltrato de otros. Y sin embargo, no debemos de vivir en amargura, sino en perdón. Hasta Jesús, nuestro modelo a seguir, nos alentó a que oráramos por nuestros enemigos, y por todos aquellos que nos desprecian. A lo mejor estarás pensando, “¡Esto es muy difícil!”, es razonable. No solo es difícil, es imposible por nuestra fuerza humana. En nuestro estado natural, no somos capaces de amar y perdonar así. Pero Jesús si puede. Él clamó desde la cruz en Lucas 23:34, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Jesús, que vive en nosotros, derramará Su gracia y Su amor, a través nuestro, para que podamos perdonar a otros. Debemos comprender que este proceso es divino. ¡No es humano!. No podremos perdonar más de lo que Dios nos ha perdonado a nosotros. Escoja el futuro de Dios en vez de su pasado. Deje ir a las ofensas. Ponga en libertad su resentimiento. Nunca sentirá verdadera alegría, mientras siga aferrado a su dolor, y negándose a dejarlo ir. Perdone a aquellos que le han herido, y comience a vivir una vida perdonadora, amén.