Eclesiastés 4:12 “Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”.
Por: Nelly Jácome de Pérez
El Señor debe ser el centro de toda nuestra vida en lo personal y en todas nuestras relaciones, incluida la principal: el matrimonio. Es reconocerlo a Él en la vida matrimonial y basar nuestro matrimonio en los principios bíblicos y en nuestra relación con Dios.
Hechos 17:28 dice: “Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos…”, esto nos habla de absoluta dependencia en Dios en todas las áreas de nuestra vida. Nuestra vida está escondida en Dios. Jesucristo dice en Juan 15:5 “Sin mi nada podéis hacer”. Sin Él nuestra vida está en grave peligro. Con Él, vivimos una vida abundante y esto incluye nuestra vida matrimonial.
Mis sentimientos, mi compromiso, mi forma de actuar y hablar hacia mi cónyuge deben estar sujetos a Cristo. Todo debe partir de Él. Si estamos resueltos a obedecerle, buscando su rostro, “lo demás” (la sanidad de mi matrimonio, la estabilidad de mi matrimonio, la comprensión que necesito, la paciencia, el amor, la confianza, etc.) vendrá como consecuencia de una sana relación con Dios, de cada una de las partes en los cónyuges y como fruto del Espíritu Santo.
Dice el escritor Guillermo Goff, “Cuando la familia está fundada en Jesucristo, hay una dimensión más profunda en las relaciones de pareja”. “Las funciones naturales de compañerismo, edificación, respeto, unidad que todo matrimonio comparte están ampliadas al máximo cuando la pareja está relacionada amorosamente con Cristo como su Señor y Salvador”. Lo que uno ha recibido de Cristo como perdón, aceptación, estímulo, esperanza, gozo, etc. debe y puede ser reflejado en sus relaciones cotidianas e interpersonales comenzando en su propio hogar.
Cuando conocemos a Jesús y lo invitamos a nuestro matrimonio, nuestra relación se compone de tres cordones. Hay una gran fuerza en la unión de un hombre y una mujer cuando Cristo es la base de esa unión. La felicidad en el matrimonio no se trata de encontrar un cónyuge que siempre actúe de la manera que queremos. Se trata de dos personas imperfectas confiando en un Dios perfecto y conformados a Su voluntad y propósito para ellos. ¡Ese es un matrimonio que Dios puede bendecir!. Padre Eterno, un cordón de dos hilos no es suficiente, aunque juntos creamos que podremos hacer cualquier cosa, necesitamos de ti, queremos que seas nuestra esencia misma, nuestro vivir, nuestro existir, solo así estaremos seguros sabiendo que fortalecerás el amor mutuo y guiarás en Tu plan que tienes trazado para nuestras vidas, en el nombre de Jesús, amén.