Juan 2:4 Jesús le dijo; ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
Una de las primeras manifestaciones de la gracia que había en el Señor Jesús está en el milagro de las bodas en Caná de Galilea, relatado en Juan 2. María fue testigo y participante de ella.
El evangelio dice que María ya estaba allí, aparentemente involucrada con la fiesta; también Jesús y sus discípulos fueron invitados. Él ya tenía prestigio como maestro, pero esto no resalta tanto en ese día como otras cualidades suyas que tenemos el privilegio de conocer gracias a su interacción con María.
Vemos que su madre lo conocía bien y lo tenía como un hombre confiable, al cual acudir en una emergencia. Pero también parece conocerlo como un hombre sensible a la necesidad ajena. Pero aún más, María conoce la verdad sobre la identidad de Jesús.
Ella es muy directa y discreta al mismo tiempo. No le dice qué hacer, no le da órdenes. Tampoco le ruega. Le da información. ‘No tienen vino’. Para María eso parece ser suficiente para andar a echar la gran empatía de Jesús, y también, por supuesto, su poder.
Jesús le responde de una forma difícil de comprender. ‘¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora’. Si usted, hermano lector, tiene mucha confianza con su madre, tal vez entienda esta conversación. Mamá sutilmente pide algo, y tal vez no es el mejor momento, pero es importante honrarla.
Jesús no puede evitarlo. Va a anticipar un poco su temporada de señales, pero no hay problema. La gracia fluye para esos recién casados en Caná. Aquí noto un detalle más. El toque de Jesús. Él pudo darles un el mismo tipo de vino que ellos ya tenían. Pero les dio, de su bondad, el buen vino.
Que en este mes que empieza tengamos muchas ocasiones de compartir la gracia del Señor, y que tengamos cerca a personas que nos conozcan, nos amen y nos impulsen a usar nuestros dones.