Mateo 6:24 “Jesús dijo: Ningún siervo puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”
Por: Marianella Layana de Jácome
Este versículo nos trae una clara representación de lo que es la fidelidad, de lo que es lealtad. Las riquezas, los bienes materiales, el deporte, el trabajo, los hijos, el cónyuge pueden ocupar la totalidad de nuestros pensamientos y sentimientos, convirtiéndose en amos e ídolos, ejerciendo un dominio negativo en nuestras vidas. Esto es contrario a la relación que debe tener un hijo de Dios con su Creador, una relación de amor entre un padre e hijo, amo y siervo, Salvador y redimido.
Una vida en Cristo es muy distinta a la vida que el mundo ofrece. No hay comunión la luz con las tinieblas. Está claro que no se puede servir a dos Señores, porque como dijo Jesús, acabamos odiando a uno y amando al otro. Los amos opuestos exigen cosas diferentes y nos conducen por caminos distintos. Dios va en una dirección, y el mundo va en la otra, una puerta es angosta y la otra es ancha.
El mayor obstáculo que nos impide crecer y perseverar en fidelidad es nuestro corazón, la Palabra de Dios dice: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará nuestro corazón” Mateo 6:21. Toda nuestra fuerza, energía, dedicación y amor estarán en donde esté nuestro corazón. Debemos tomar una decisión, no podemos servir a dos señores porque nuestra fidelidad estaría dividida, podremos llamarnos creyentes o cristianos, pero en el momento que nos vemos seducidos por la atracción que ofrece este mundo: dinero, éxito, posesiones, y sucumbimos antes sus encantos, nos alejamos por completo de Dios.
Dios es un Dios celoso, porque Él nos creó para que nosotros le sirvamos y le amemos por sobre todas las cosas, fuimos comprados a precio de sangre, la sangre preciosa de su Hijo Jesucristo, su dominio sobre nosotros debe ser total y exclusivo.