Juan 17:1 “Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti”.

Por: Walter Encalada Pazmiño 

El apóstol Juan, describe los últimos días del Señor Jesucristo antes de su crucifixión, Él se dirige a su a Padre y le dice: “Padre la hora ha llegado glorifica a tu Hijo, para que también tu hijo te glorifique a ti, he terminado la obra que me diste aquí en la tierra, he dado a conocer tu Palabra que me diste a ellos y la recibieron y la han guardado creyendo que tú me enviaste, voy a ti, Padre Santo, a los que tú me diste guárdalos en tu nombre, todos los creyentes redimidos en Cristo” (Juan 1:12-13  “A todos lo que le recibieron a los que creen en su nombre les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son engendrados de sangre, ni voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.  

Ellos forman el cuerpo que es la iglesia hasta cuando el Señor venga por segunda vez y descienda entre las nubes para llevarse a su pueblo a las mansiones celestiales (1 Tesalonicenses 4:16-17 “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitaran primero. Luego nosotros los que vivimos los que hayamos quedado seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, así estaremos siempre con el Señor”). Su cuerpo que es la Iglesia anhela ese momento, pues, somos parte de Cristo, y miembros cada uno en particular.  

Efesios 5:30 dice: “Porque todos somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos”, así como el cuerpo necesita una cabeza, Cristo es la cabeza de ese cuerpo. Efesios 1:22-23 dice: “Y sometió todas las cosas a sus pies y lo dio por cabeza sobre todas cosas a la Iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. El creador del universo ha establecido quienes serán parte de ese cuerpo en Cristo, es necesario dejar la vida de pecado y seguir la vida que el Padre Celestial nos ofrece.