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Hechos 1:8  “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”

Por: Ericka Herrera de Avendaño

Una vida en el Espíritu, es importante para una iglesia que persevera anclada en la fe. Jesús prometió a sus discípulos que recibirían poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ellos, preparándolos para ser sus testigos en todo el mundo. Este versículo resalta la importancia del Espíritu Santo en la vida del creyente y de la iglesia.

El Espíritu Santo nos capacita con poder, para ser testigos eficaces de Jesucristo. No se trata de una experiencia emocional, sino una dotación divina que nos da valentía, poder, sabiduría y discernimiento para compartir el evangelio. Una iglesia que vive en el Espíritu, es una iglesia que avanza proclamando las buenas nuevas de salvación, a un mundo que se encuentra perdido en sus delitos y pecados. 

El Espíritu Santo obra en nosotros, santificándonos y conformándonos a la imagen de Cristo. Nos da una vida abundante, llena de gozo, paz y amor. Esta transformación no solo impacta nuestras vidas individuales, sino que también nos fortalece, creando un ambiente donde la presencia de Dios es tangible y donde el fruto del Espíritu se manifiesta en nuestras relaciones.

El Espíritu Santo, ministra dones espirituales a los hijos de Dios para la edificación de la iglesia. La unidad en el Espíritu y la diversidad de dones nos permiten servirnos mutuamente y cumplir la misión de la iglesia de manera efectiva. Una iglesia anclada en la fe valora y utiliza estos dones para la gloria de Dios y el crecimiento del Reino.

Amada iglesia, busquemos y valoremos la guía del Espíritu Santo. Que su poder nos capacite para ser testigos fieles, que su presencia transforme nuestras vidas y que sus dones enriquezcan nuestra comunidad. Perseveremos anclados en la fe, dependiendo del Espíritu Santo para guiarnos y fortalecernos en nuestro caminar con Cristo.

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