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Mateo 22:10 “Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados”.

Por: Dayse Villegas Zambrano

¿Es usted un emisario o un convidado? En la parábola de la fiesta de bodas hay una doble tragedia. Los emisarios del rey que llevan la invitación a las bodas del Hijo, pero los ignoraron. Al segundo grupo de siervos los afrentaron y los mataron, resultando todo esto en su propia destrucción. “No eran dignos”, dijo el rey. 

Hubo un tercer grupo de mensajeros y un segundo grupo de invitados que fueron los que se sentaron en el salón de bodas, gente hallada en el camino, buenos y malos. ¿Eran dignos? Seguramente no, pero aceptaron la invitación, se vistieron y asistieron. Para el rey fue suficiente. 

Uno podría contentarse con el enorme privilegio de ser un invitado, alguien que pasaba por el camino justo en el momento en que los siervos del rey pasaban por allí. Pero un discipulador, hoy, va más allá, integra ese tercer grupo de emisarios, el que está llamando a todos, a los que quieran oír, a los buenos y a los malos, a unirse al banquete del rey. Ya no está sentado esperando que le sirvan, sino que mientras llega el día de la fiesta, se ha levantado para servir. 

La labor del gran comisionado, a través de la historia, ha tenido riesgos, como ser desoído, ser humillado y ser atacado hasta la muerte. Pero hoy somos como los que llaman en el camino, buscando llenar la fiesta de convidados. Las bodas están por comenzar. No somos recién llegados. Somos de la casa, de la familia, del equipo. Y estoy segura de que disfrutaremos totalmente de la celebración. 

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