Mateo 9:13 “Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
Un discípulo es un pecador. Si nos quedamos allí, estamos en problemas. Pero siguiendo la enseñanza de Jesús, hoy veremos que un discípulo es un pecador llamado al arrepentimiento.
En este pasaje, Jesús expresa su indignación con los fariseos citando al profeta Oseas. Está sentado a la mesa de Mateo, un recién retirado cobrador de impuestos al que acaba de llamar al discipulado. Mateo ha aceptado la propuesta y ha puesto la mesa para Jesús y sus discípulos, pero no puede evitar que se acerquen sus amigos de siempre. “Publicanos y pecadores” (Mateo 9:10). Jesús no le pide a Mateo que los despida, sino que se queda allí comiendo con ellos, para disgusto de los fariseos, cuya interpretación de la ley indica que no está bien que un Maestro se siente con personas que no siguen las leyes y las tradiciones.
Jesús aprovecha para hacer un perfil del discípulo, y nosotros aprovecharemos para evaluarnos y sentirnos identificados:
- Somos enfermos que tienen necesidad de Jesús y aceptan su intervención médica (Mateo 9:12).
- Somos aprendices de misericordia, no de sacrificios.
- Somos pecadores llamados al arrepentimiento.
Todas estas características del discípulo son liberadoras. Quién no ha estado enfermo del cuerpo y del alma y ha necesitado urgentemente de sanidad. Quién no prefiere aprender la dulce misericordia de Dios, mucho más alta y beneficiosa que los amargos sacrificios materiales. Quién no se animaría a reconocer su condición pecadora y romper en arrepentimiento para poder ser restaurado.
Somos personas a quienes el llamado de Jesús a seguirlo ha sanado, perdonado y liberado. Y llamamos a otros a venir al mismo proceso, y para eso tenemos que acercarnos sin miedo. Tal como los discípulos a la mesa de Mateo: porque el Señor está con nosotros.