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Mateo 10:40, El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.

Por Dayse Villegas Zambrano

¿Qué recompensa recibirá usted como discípulo que cumple la gran comisión? Jesús habla a menudo de tesoros en los cielos, pero en esta enseñanza él empieza desde el otro extremo, hablando de las recompensas para los que nos reciben a nosotros. El que nos recibe porque ve que somos discípulos, recibirá la misma recompensa que nosotros. 

Jesús usa una palabra curiosa para sus discípulos enviados: nos llama sus ‘pequeñitos’. No está hablando (únicamente) de niños, pues en el Nuevo Testamento este diminutivo puede indicar edad pero también tamaño, rango o importancia. Y a menudo significa humildad e insignificancia. 

En el mundo en el que predicó Jesús, la talla y la estatura estaban asociadas con poder e importancia. Por eso los reyes se hacían construir estatuas gigantescas en las que sus atributos físicos eran perfeccionados y exagerados. 

Que Jesús haya dicho de los suyos que son pequeñitos (él, un rey manso y humilde de corazón) nos indica el valor de la humildad en el reino de Dios, cómo los aparentemente insignificantes y sin poder son de gran valía para él, que lleva la cuenta de quién nos bendice con un vaso de agua, para poder recompensarlo.

¿Por qué nos interesa saber la recompensa para el que nos trata bien? Porque esto nos da oportunidad de ser más firmes a la hora de bendecir a esa persona y de orar por ella, para que alcance la misma recompensa que nosotros: tesoros en los cielos, de los cuales no podrá disfrutar si primero no recibe la gracia de la entrada a ese lugar. Que alguien nos reciba porque vamos en nombre de Jesús es una excelente señal, pues le abre la puerta de la gracia.

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