Lucas 11:15-19 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? 18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
Por: Daniel Mora Jiménez.
A lo largo de los evangelios vemos como nuestro Salvador, mostró su amor de muchas maneras durante su instancia aquí en la tierra, una de ellas fue a través de sanar a los enfermos.
En Lucas 17:11–19 vemos la historia de los diez leprosos que clamaban por sanación, ante este clamor Jesús en su amor y gracia los limpio, los sanó, pero en esta historia hay algo que resalta y nos deja de enseñanza, se menciona en la biblia que solo una de las diez personas que fueron sanadas regresó con gozo a darle las gracias, acción que no fue imitada por los demás.
Ciertamente la gratitud de este hombre le agradó al Señor, él cayó rostro en tierra a los pies de Jesús y le dio las gracias; él pudo haber continuado con su vida al igual que los demás los cuales cumplieron con la liturgia de ir donde el Sacerdote para que sean declarados limpios, pero para este hombre no era suficiente solo el cumplir con la religión, de su corazón desbordó gran alegría y gratitud ante aquel que sin distinción de quien era él, le dio la sanidad que tanto había esperado.
La actitud de este hombre es algo que debe ser imitada por nosotros, cuántas veces el Señor por su gran amor y gracia nos ha concedido peticiones, ha visto nuestro dolor y nos ha contestado, pero ¿Cuál ha sido nuestra respuesta? ¿Cómo actuamos o vivimos después de aquella oración contestada? La forma correcta sería vivir en gratitud, expresando ese amor, cayendo a los pies de Jesús todos los días de nuestra vida, reflejando una vida de entrega, de servicio, llevando y compartiendo a los demás su precioso evangelio que transforma y testificar de su gran amor.