Romanos 10:10 “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”.
Por: Nelly Jácome de Pérez
El texto de hoy nos habla de la justicia y la salvación, y de cómo estas dos realidades están relacionadas con nuestra confesión de fe. El Apóstol Pablo nos dice que es a través de la creencia en nuestro interior que alcanzamos la justicia. ¿Qué significa esto? La justicia que se menciona aquí no se refiere a la justicia social, sino a la justicia divina. En otras palabras, creer en nuestro corazón significa reconocer que somos pecadores y que necesitamos la salvación de Dios. Es decir, es creer que Jesús murió en la cruz por nuestros pecados y que a través de su sacrificio podemos obtener la justicia que Dios demanda.
El segundo aspecto es la importancia de confesar con nuestra boca. La confesión aquí no se refiere a confesar nuestros pecados a otras personas, sino a confesar públicamente nuestra fe en Jesucristo. Esto significa que manifestamos nuestra creencia en el Señor y declaramos nuestro compromiso con Él. Esta confesión en público es un paso importante en la vida del cristiano, porque nos unimos a otros seguidores de Jesús y reconocemos que somos parte de una comunidad de fe.
La relación entre creencia y confesión es crucial en la vida del cristiano. La creencia debe preceder a la confesión, porque sin una fe auténtica en nuestro corazón, la confesión se convierte en una simple fórmula vacía de significado. Pero la confesión también es importante porque nos ayuda a afirmar nuestra fe y a compartirla con otros. La salvación no depende de la confesión en sí misma, sino de la creencia en nuestro corazón.
Pablo está diciendo que tenemos que alinear nuestras palabras y nuestras vidas. El corazón y la boca deberían estar en armonía completa – diciendo y demostrando la misma cosa. A veces podemos decir palabras santas con nuestra boca, sin embargo, nuestros pensamientos están lejos de Él. Examinemos nuestro corazón y asegurémonos de que nuestra creencia en Jesús es verdadera y sincera; así como, a estar dispuestos a compartir nuestra fe con otros, cuando surja la oportunidad.