Romanos 5:10 “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”.
Por: Nelly Jácome de Pérez
El texto de hoy, nos muestra la realidad de nuestra situación previa a la salvación y cómo la muerte de Jesús en la cruz nos permitió ser reconciliados con nuestro Creador. Debido al pecado, estábamos separados de la perfección de Dios y nuestra relación con Él no podía ser restaurada por nuestros propios medios. Solo por medio de la muerte de su Hijo, como sacrificio perfecto, podemos ser justificados ante Dios, a pesar de nuestros pecados.
La salvación que viene a través de la vida de Cristo ahora es que Él, por medio de Su Espíritu y a través de Su luz y vida, nos vivifica – nos da vida. Él anhela celosamente el espíritu que hecho morar dentro de nosotros, pero Él da mayor gracia. A medida que la luz aumenta, la oscuridad disminuye. La luz trae vida, y a medida que las tinieblas disminuyen, la muerte se va con ella.
Aquel que tenía el imperio de la muerte, esto es, el diablo, también fue destruido. Pablo aún no había alcanzado una salvación perfecta a través de la vida de Cristo, pero prosiguió a la meta para alcanzarla (Filipenses 3:12). Nosotros también debemos seguir adelante hacia esta meta en esta salvación; es una meta indescriptiblemente alta que se encuentra en la perfecta ley de la libertad.
Que profunda historia del verdadero amor nos ofrecen hoy: aunque éramos enemigos de Dios, Él nos buscó, y a través de la muerte de Su Hijo, nos ofreció reconciliación. Esta revelación nos invita a soltar nuestras cargas y miedos, confiando en que en Su vida resucitada hallamos no solo perdón, sino una esperanza inquebrantable. Cada vez que contemplamos esta verdad, nuestro corazón se llena de gratitud, recordándonos que no hay mayor acto de amor que el sacrificio de Cristo por nosotros, Amén.