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Salmos 18:35-36 “Me diste asimismo el escudo de tu salvación; Tu diestra me sustentó, Y tu benignidad me ha engrandecido. Ensanchaste mis pasos debajo de mí, Y mis pies no han resbalado”.

Por: Nelly Jácome de Pérez 

Dios había bendecido a David con buena salud, fuerza física, habilidad natural y el deseo de entrenar y practicar hasta dominar las habilidades que Dios le había dado. Sobre todo, Dios le dio a David su poder salvador. Como resultado, David logró una victoria segura, venciendo a sus enemigos, expandiendo su reino y glorificando a Dios. Al recordar lo que Dios hizo por él en el pasado, alaba aún más su inagotable bondad.

Nos da una paz y una tranquilidad el saber, el estar seguros, el creer que estamos protegidos por nuestro Creador. Dios nos ama tanto, que nunca nos desampara. Lo leemos en tantos segmentos de la Biblia y sabemos de Sus promesas que siempre cumple. Aferrémonos a ellas y creámosle.

De la misma manera como a los niños les da seguridad sentirse amados y protegidos por sus padres, a todos los seres humanos nos da seguridad el creer en nuestro Dios. Cuando estamos seguros de Su generosidad y gran poder, podemos sentirnos confiados en la vida. Cuando tengas dudas, cuando sientas que todo va mal, no olvides nunca el amor de Dios y Su gran protección para quienes le aman. Eso es afianzar y edificar nuestra fe. Recordar el gran sacrificio que hizo Jesús, nuestro Dios, al entregar Su vida como pago por nuestros errores y pecados. 
Amado hermano, Dios no ha cambiado un milímetro durante todos estos años. Así como fue con David, así es contigo y conmigo. Lo único que importa es cómo lo tenemos en nuestro corazón. El salmista comenzó con: «Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.» Salmos 18,1. Si esto es verdadero en nosotros, Dios mueve cielo y tierra por nuestra causa, Amén.

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