Deuteronomio 4:15-16 “Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna”.
Por: Marianella Layana de Jácome
Cuando Dios habló a Israel desde el fuego en el monte Horeb, no se mostró con ninguna forma visible. No apareció como persona, animal, ni figura celestial. Porque Dios no quiere ser reducido a una imagen. Él es infinito, Santo y está por encima de todo. Cualquier intento de representarlo con una figura distorsiona su Gloria.
La idolatría no siempre empieza con una estatua, muchas veces comienza en la mente. Cuando imaginamos a Dios de una manera que no está en la Biblia, ya estamos creando un ídolo en nuestro corazón. Aunque no sea de piedra o madera, eso ya corrompe nuestra adoración.
Dios advirtió a Israel, pero el pueblo cayó en la trampa. Comenzaron a adorar al sol, la luna, las estrellas y figuras hechas por sus manos. Y aunque ha pasado mucho tiempo, hoy no es tan diferente. Muchas personas siguen fabricando un “dios” a su gusto: Un dios que no corrige, que acepta el pecado, que se adapta a lo que el mundo piensa, y que no exige santidad. Pero ese no es el Dios verdadero.
Dios no puede ser representado con imágenes. Él no necesita estatuas ni figuras para ser adorado. Lo que Él quiere es que lo conozcamos a través de su Palabra y que lo adoremos en espíritu y en verdad. Cualquier forma de adoración que cambia quién es Dios realmente, su esencia, Él no la acepta. Solo hay una manera correcta de adorar y esa es reconociendo a Dios tal como Él se ha revelado y rindiendo nuestro corazón completamente a su Majestad.