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Génesis 17:1 “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto”.

Por: Nelly Jácome de Pérez 

Aquí tenemos a Dios identificándose como El-Shaddai, el Dios Todopoderoso y dándole algunas instrucciones sobre cómo vivir a Abram. La frase hebrea traducida como “anda delante de mí” sugiere una relación continua con Dios. En otras palabras, Abraham debe seguir caminando con Dios. Además, Abraham debe ser “perfecto”. Esto no implica una perfección sin pecado, sino una devoción incondicional a Dios. En este sentido, Dios está llamando a Abraham a una vida de devoción inquebrantable. Otras traducciones redactan el mandato como “Sírveme con fidelidad y lleva una vida intachable” (NTV) y “Anda delante de mí y sé íntegro” (NVI).

Dios tiene el mismo mensaje en la actualidad para nosotros. Tenemos que obedecerle porque Él es Dios. Esta es una razón suficiente. Si usted no piensa que los beneficios de la obediencia valen la pena, piense bien quién es Dios: el único que tiene el poder y la facultad de satisfacer todas sus necesidades.

Cuando no vivimos en santidad, otros también lo ven y lo perciben. Abram caminó entre los cananeos y los amorreos, quienes pudieron observar su conducta y juzgar a Dios basándose en sus acciones. Nosotros también caminamos en la tierra de los filisteos y vivimos entre los pueblos paganos del mundo. Nuestras palabras y acciones a menudo no cuadran, y por eso quienes nos observan nos tachan de “hipócritas”. Por eso nuestras acciones, palabras y pensamientos, tienen que estar alineados a lo que somos en Cristo Jesús, redimidos con su preciosa sangre, para vivir una vida santa e íntegra delante de Él. 

¿Acaso servimos a un Dios que no ve? De ninguna manera. Dios nos observa cada día.  Nuestro Dios es Omnipresente, conoce nuestro andar.  Pero normalmente son nuestras fallas las que otros ven y juzgan. Por tanto, somos cartas de Cristo, leídas por todos los hombres, escritas no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo. Por eso, el Señor nos pide, como sus discípulos, que caminemos delante de Él y seamos irreprensibles, Amén.

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