Apocalipsis 2:17 Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
Escrito Por Dayse Villegas Zambrano
¿Qué es crecer como iglesia y cuerpo de Cristo? ¿Qué señales buscar entre nosotros para medir nuestra salud? Jesús, al hablar a la iglesia de Pérgamo, le vuelve a mencionar sus obras, y las peligrosas circunstancias en las que vive, y sin embargo, resalta, la iglesia sigue siendo fiel. “Pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás” (Apocalipsis 2:13).
Sin embargo, hay un aspecto del crecimiento en el que Jesús nota una falta, y es algo en lo que vamos a poner especial atención. “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca” (versos 14 y 15).
El crecimiento doctrinal no es una asignatura para los que quieren ir al seminario porque piensan dedicarse exclusivamente al servicio eclesiástico o a liderar algún ministerio. Es parte del tejido de la iglesia. De toda la iglesia. Jesús no lo deja pasar por alto. Sus palabras son muy serias. La falta de crecimiento doctrinal es algo de lo que él está en contra. Es más, continúa, como la iglesia se ha descuidado, han prosperado doctrinas falsas, y en vez de detenerlas, se las ha tolerado. Jesús dice: “Yo lo aborrezco. Arrepiéntete”.
La falta de crecimiento doctrinal es motivo de arrepentimiento. Afortunadamente vemos que Jesús anuncia su venida para solucionar el asunto, no para destruir a la iglesia, sino para rescatarla de sus secuestradores con la espada de su boca, es decir, con su palabra.
¿Y entonces, esperaremos hasta la venida del Señor para rectificar? La oportunidad es ahora. Jesús nos libra de la destrucción, pero no de la reprensión. Si no perseveramos en la doctrina, no creceremos. Pero si somos fieles, comeremos maná escondido, pan del cielo, y seremos dignos de un nombre nuevo.