Apocalipsis 2:2-3 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.
Escrito Por Dayse Villegas Zambrano
¿Qué es una megaiglesia? El consenso es que se trata de una iglesia con una asistencia de más de 2.000 personas. Bajo ese criterio, la iglesia de Jerusalén del primer siglo era una mega iglesia, liderada inicialmente por once apóstoles (ese número fue disminuyendo a causa de la persecución) y luego por un grupo de diáconos y ancianos, profetas y maestros… Una megaiglesia es mucho, mucho trabajo.
La primera mega-iglesia evangélica moderna, el Tabernáculo Metropolitano con un auditorio de 6.000 asientos, fue inaugurada en 1861 en Londres, Reino Unido, por el pastor bautista reformado Charles Spurgeon.
¿Debemos aspirar a ser una mega iglesia? Creo que la respuesta más sencilla es que debemos aspirar a ser lo que Dios quiere que seamos. El plan es distinto para cada iglesia local.
En primer lugar, es el Espíritu quien añade a los que han de ser salvos. Nosotros predicamos, pero es él quien persuade.
Y luego, el Señor mide el crecimiento de la iglesia en términos diferentes a los nuestros; trabajo arduo, paciencia, justicia, discernimiento (Ap. 2:2-3).
Hay en Apocalipsis una serie de misivas a varias iglesias de Asia, y no todas ellas eran megaiglesias. Las hay grandes y ricas, pero también pobres y pequeñas. Jesucristo sabe bien la condición de cada una, pero no se detiene a juzgarlas por el número de miembros o su robustez financiera ni por su influencia en la ciudad. Él las encomia por su fidelidad o las reprende por su indiferencia, lo que él llama tibieza.
El crecimiento numérico de la iglesia, el cuerpo de Cristo, es permanente, seguro, garantizado por Dios mientras sigamos la comisión del evangelio. El crecimiento espiritual es un regalo del que tenemos que sacar provecho con diligencia y fidelidad porque daremos cuenta de ello, porque hemos recibido la promesa y creerla es vivirla.
Usted puede pensar que el crecimiento de la iglesia se queda en la membresía y es cuestión del pastor. Si sigue creyendo eso, se llevará una sorpresa tarde o temprano. En cambio, escuche esto: el crecimiento nos concierne a todos. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2:7).