Apocalipsis 3:19-20 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. 20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Escrito Por Dayse Villegas Zambrano
Con Laodicea, llegamos a la única iglesia de la que Jesús no tiene nada halagador que decir. Y eso que no menciona que tenga en ella grupos que enseñan falsas doctrinas o falsos profetas. Tampoco dice que viva amenazada y tentada por el mundo o por el diablo. La queja de Jesús es directa. Eres indiferente. Eres tibia.
Veamos las obras de Laodicea. No son frías ni calientes. Son hechas sin convicción, lo suficiente para que no se diga que no hace nada. Por compromiso. Por cumplir. ¿Y por qué ha adoptado esa actitud Laodicea? Por complacencia, ha llegado a pensar que lo tiene todo y que no tiene necesidad de más.
Una iglesia que deja de sentir su necesidad espiritual está muriendo. Es un cuerpo que ha perdido sensibilidad, y aunque sus órganos han empezado a fallarle, no se da cuenta.
Laodicea se siente rica, cómoda y bien provista. Está quedando ciega. Jesús le da una imagen de alta resolución de su realidad. “No sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Suena como una paliza verbal, ¿verdad? ¿En serio es para tanto? Jesús cree que sí. No está hablando para dejar a Laodicea en el suelo. Está tratando de que se levante. Está aplicando terapia de choque a una iglesia que muere, e inmediatamente le da el tratamiento. “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas”.
Si bien Jesús aplica duras palabras para despertar a la iglesia, en el proceso de recuperación ella tiene que poner de su parte. No le dice que le dará oro y la vestirá y le curará los ojos. Le dice que tendrá que comprarlo y aplicarse la medicina. Le está diciendo que haga obras dignas de arrepentimiento. A esto se le llama ser celoso o cuidadoso de lo que ha recibido, lo que Filadelfia sí había entendido. Jesús no está descartando a Laodicea, la está resucitando para que pueda empezar a sanar.
¿Qué palabras tendrá que dedicarnos Jesús para reanimarnos? ¿Qué tendrá que decir o hacer para que dejemos de sentirnos bien por haber alcanzado seguridad financiera o prestigio social? ¿Qué terapia tendrá que aplicar para que dejemos de ser tibios y empecemos a ser cuidadosos con lo que tenemos? No nos sobra el tiempo. Si esta palabra nos impacta hoy, despertemos. “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo”.