Apocalipsis 3:4 “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
¿Es usted un discípulo digno de andar con el Señor? Yo también me hago esa pregunta. Las vestiduras blancas nos dan una idea correcta de una cobertura de justicia y santidad, porque lo son. Ahora revisemos nuestros conceptos de justicia y santidad.
Recibir unas vestiduras blancas podría llevarme a no querer acercarme a ciertas personas y a ciertos lugares por miedo a mancharlas. En la tierra, sería lo correcto. Pero la revelación de Jesús a Juan ocurre en el cielo, y en el mismo libro se nos enseña que las vestiduras blancas son las acciones justas de los santos (Apocalipsis 19:8).
Acciones: No mantendremos nuestra vestidura limpia dejándola escondida en un armario. Ni escondiéndonos nosotros. Mantenemos nuestra vestidura limpia andando con Jesús y yendo por donde él va y haciendo las obras que él hace.
En Mateo 8:28-34, vemos a Jesús cruzando en barca, después de haber calmado la tempestad, a la tierra de los gadarenos. ¿Para qué ir allí? A encontrar a dos hombres atormentados por una legión de demonios que los habían vuelto violentos y feroces, ingobernables, y que los habrían enloquecido hasta matarlos, como terminaron haciendo con un hato de cerdos.
Los discípulos no dicen una palabra ni actúan de ninguna manera; sin embargo, su presencia es evidente porque hay un relato. Tal vez se mantuvieron a prudente distancia, impresionados por lo que vieron. Aunque no fueron actores, fueron testigos del poder sobrenatural de Jesús, quien no tuvo miedo a contaminarse, sino que fue a sanar, a limpiar y a liberar.
Y este es el punto, la forma de mantenernos limpios no es aislarnos del mundo, sino mantenernos apegados a Jesús, especialmente en lugares oscuros y situaciones peligrosas. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Es la única forma de ser dignos.