Apocalipsis 3:8 “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”.
Escrito Por: Nelly Jácome de Pérez
Filadelfia literalmente significa: amor fraternal. Era una ciudad muy próspera por su comercio. Filadelfia era conocida como la “pequeña Atenas” debido a sus numerosos templos y festivales paganos.
Los creyentes de la ciudad tenían que contender contra la fuerte corriente pagana. Esta es la única iglesia que parece no recibir ningún llamado de atención por parte del Señor. No era una iglesia perfecta (porque no existe tal), pero el Señor no la reprendió. Ante las dificultades que enfrentaron, no perdieron la fe sino permanecieron firmes.El Señor como resultado de la fidelidad y obediencia de los creyentes de Filadelfia, les dijo que Él abría una puerta para ellos. Jesucristo, quien tiene la llave, tiene la autoridad y el poder de abrir y cerrar puertas. La puerta abierta no es un derecho sino un regalo, una oportunidad. Pero cuando el Señor la abre, nadie ni nada la podrá cerrar. La iglesia en filadelfia contaba con total respaldo del señor en su obrar. Ellos tenían una puerta totalmente abierta para la predicación del evangelio y absolutamente nadie podía cerrar o dejar nula esta oportunidad.
Debemos entonces confiar en nuestro señor, ir y predicar su Palabra.
Él está con nosotros, él es quien abre la puerta y quien la mantendrá así. Predicar el evangelio, es una tarea de consecuencias eternas y debemos estar preparados para ser realizada en todo momento. Dios es el dueño de la viña y Él la cuida, nosotros entonces debemos cumplir con honrar a nuestro señor predicando su palabra con gozo y esperanza, a fin de que muchos vengan a sus pies.
Señor Jesús, deseo cumplir con tu mandato, usa nuestras vidas porque un día la puerta de la gracia, el único acceso al reino, se cerrará al igual que la puerta del arca de Noé fue cerrada el último día decretado por el Padre Celestial. Cuando vino el agua la puerta se cerró y nadie más la pudo abrir, a pesar de los gritos, de las lágrimas y del remordimiento, ya era tarde, el tiempo de perdón se había acabado. Nos arrepentimos de nuestra inconstancia y pereza. Nos levantamos en oración constante y ferviente por las almas que están en oscuridad, que están muriendo sin Cristo y están yéndose a vivir a una eternidad alejados de Dios. Constitúyenos embajadores de reconciliación, en tu nombre lo pedimos, Amén.