Corintios 13:11 “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; más, cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”.
Escrito Por: Ps. David Pérez Vera
Es muy tierno el comportamiento de un niño, al hablar, pensar y actuar. En ese sentido sería muy equivocado exigirle madurez en su inocencia y falta de conocimiento. No obstante, hay niños que han experimentado tales exigencias, llevándoles a un crecimiento mental de manera prematura, provocando acciones y reacciones equivocadas, por el desequilibrio inducido en este ser humano.
Bajo esta premisa, la vida de este niño aunque crezca físicamente, su parte emocional se vería afectada, ocasionando serios y graves problemas en su normal desarrollo e interacción con su entorno.
Ahora al tenor de la Palabra de Dios, el apóstol Pablo, toma en consideración su propia experiencia, al indicar cómo era en sus primeros años de vida, propio de la edad física y mental, pero deja marcado que, eso fue coyuntural, por cuanto al crecer física y mentalmente su comportamiento tendría que ser distinto al que tenía cuando era un niño.
Lo mismo pasa, en la vida espiritual, un día llego Cristo Jesús a nuestras vidas y nos transformó de tal manera que nos hizo una nueva criatura (2 Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”), ese mismo día nacimos espiritualmente. La Palabra de Dios establece que es necesario este nuevo nacimiento en Cristo Jesús para entrar al Reino de Dios (Juan 3).
En este sentido, nuestra etapa de niñez espiritual al igual que en la vida física es coyuntural, siendo importante considerar, que nuestro comportamiento será el reflejo de cuánto hemos crecido espiritualmente en Cristo. ¿Hoy en día en qué etapa de su vida espiritual vive? Qué importante es mirar el tiempo que llevamos viviendo como hijos de Dios, donde el fruto del Espíritu Santo se va manifestando día a día en nuestro caminar con Cristo.
Recuerde Dios nos demanda crecimiento y multiplicación. Al analizar nuestra edad valoraremos la necesidad de nuestro crecimiento espiritual, Shalom.