Efesios 1:13-14 “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”.
Por: Nelly Jácome de Pérez
Estamos hechos y creados para adorar algo, de hecho es algo innato, y lo vamos a hacer, entregándonos a ello; pero no existe absolutamente nada ni nadie aparte del Dios Trino que merezca tal cosa. Ninguna otra cosa creada puede darte tanto, es más, los ídolos demandarán de ti sin darte nada; por eso Pablo alaba y adora al único digno por Quién es Él, y por lo que ha hecho Él.
Ser sellado con el Espíritu Santo mismo (No con una porción o una parte de Él) es la plena garantía de que el creyente algún día recibirá completamente la herencia que Dios ha preparado (Efesios 1:11).
Ser sellados con el Espíritu Santo, es ser marcado como con un sello vivo, para ser herencia de Dios, para indicarnos autenticidad de ÉL, seguridad respecto a Él, y sobre todo, para indicar propiedad; es decir, que le pertenecemos exclusivamente a Él, que hemos sido apartados del mundo, y separados para el Cielo.
Una verdad que se debe enfatizar y recalcar es que todo cristiano verdadero (quien ha puesto genuinamente su fe en el Señor Jesús) posee el Espíritu Santo, quien habita y mora en él, desde el momento preciso de su conversión.
Toda la Obra de Dios en Cristo (y aplicada a nosotros por el Espíritu Santo) es un motivo para la alabanza; pues Él es el Dios de Amor y de Gracia que nos escogió en Su Amor, nos redimió por Su Gracia, y nos identificó con Su Espíritu.
Dios nos ha anticipado como fianza un anticipo divino de la Plena Herencia que un día disfrutaremos, cuando todos estemos reunidos bajo Cristo, y sometidos a Su Señorío. Arras es un término legal y comercial que alude a un depósito o pago inicial, como un anticipo.
Nuestra redención aún no es completa, y no lo será hasta que no poseamos un cuerpo resucitado y glorificado (como el de Cristo), pero tenemos la plena certeza y seguridad que se llevará a cabo, que el que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el Día de Jesucristo (Filipenses 1:6), Amén.