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Efesios 2:8-10
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Escrito Por: Marianella Layana de Jácome

Tenemos claro que la salvación no es por obras, sino que es   enteramente por la gracia de Dios. Cristo es nuestro Salvador y no podemos hacer nada para ganar nuestra salvación.

Es solamente la fe en Cristo que salva. Pero la verdadera fe salvadora nunca está sola, siempre llevará consigo mucho fruto.  Fuimos creados para servir tenemos un propósito como cristianos, que es servir a nuestro Padre Dios y glorificarlo por todas sus maravillas y misericordias.

Debemos derramar nuestra vida delante de Dios, sin retener nada, como respuesta al amor y misericordia de Dios a través de su hijo Jesucristo.

Servir a nuestro Dios implica el servicio en la Iglesia, no podemos ser indiferentes al bienestar y los requerimientos de su cuerpo. 

¿Por qué nos congregamos en el templo, por qué pertenecemos a una Iglesia? Acaso solo estamos siendo consumidores de los servicios que ofrece, solo nos sentamos a disfrutar del mensaje y de las buenas enseñanzas o pertenecemos a una congregación con el deseo verdadero de buscar más y más de Dios y de servirle a Él, a los hermanos y a la comunidad y ser de bendición para los demás.

Todos nosotros debemos contribuir al bienestar del cuerpo, a su crecimiento uniforme porque no se puede crecer de un lado y no crecer del otro, todos debemos trabajar en la obra para el crecimiento en conjunto, así es como se produce el crecimiento sano de la iglesia.

El crecimiento de la Iglesia no es responsabilidad única del Pastor o de los responsables de ministerios o de los Diáconos, todos tenemos un papel que desempeñar en la edificación de la iglesia. Ninguno de nosotros está exento de esta responsabilidad. Estamos todos llamados a servir de la manera que podamos.  Hay un crecimiento saludable cuando todos trabajamos juntos por el bien de la Iglesia.

Reflejamos a Cristo cuando renunciamos a una vida centrada en nosotros, y decidimos servir a los demás. ¿Estamos sirviendo a los demás como Jesús espera que lo hagamos? Esa es una evidencia poderosa de que como Iglesia estamos creciendo espiritualmente.

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