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Efesios 4:13 “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

Escrito Por:  Welinton Flores Flores   

Siguiendo con el devocional anterior, podemos decir que la plenitud de Cristo es un “Todo” y llena nuestra alma, cuerpo y espíritu, y como consecuencia se refleja hacia nuestro exterior en forma de sanidad, libertad, prosperidad, sabiduría, etc.  Pero el punto crucial es que la “Plenitud de Cristo”  empieza al tener una relación, y  comunión diaria  con Jesús.

La plenitud puede estar disponible para todos, Juan 1:16 dice: Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”. Es necesario conocer al fundamento de la Plenitud perfecta para poder vivirla, en todo tiempo sin importar las circunstancias que nos rodee, de lo contrario será como la ola del mar que como viene se va. Cuando esa plenitud de Cristo es real en la vida de todo hijo de Dios, llegamos a madurar en la fe y a crecer espiritualmente. 

La madurez cristiana requiere de un reordenamiento radical de nuestras prioridades, cambiando de complacernos a nosotros mismos para agradar a Dios y aprender a obedecerle. La clave de la madurez es la coherencia y la perseverancia en hacer aquellas cosas que sabemos que nos acercan a Dios. Estas prácticas son conocidas como las disciplinas espirituales e incluyen cosas tales como la lectura y el estudio de la biblia, la oración, la comunión con los hermanos, cumplir la gran comisión, etc., todo esto dependerá absolutamente de que andemos en el Espíritu Santo de Dios, Gálatas 5:16 dice: “Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”.

Sólo Dios es nuestro recurso y todo el crecimiento viene por su gracia a través de Jesucristo, pero somos responsables de escoger obedecer. Pedro nuevamente nos insta en esta área 2 Pedro 1:5-8 “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:5-8). La esencia de la madurez espiritual es el ser eficaces y fructíferos en el conocimiento de Jesús.   

Padre Eterno, guíame a cultivar mi relación íntima contigo para mi crecimiento y madurez espiritual, que mis ojos esten solo puestos en ti, con diligencia y esmero. Mi única fuente de conocimiento y sabiduría eres tú. Permíteme caminar en la dirección que tú tienes trazada para mí, en nombre de Jesús, Amén.

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