Efesios 4:22 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”.

Escrito por: Dayami González López

Juan 5:2 narra la historia de un estanque llamado Bethesda, el cual tenía la capacidad de sanar a la persona que primero se introducía en él, después que un ángel movía las aguas. Había al lado del estanque entre muchos otros enfermos, uno que llevaba muchos años allí y nunca había podido entrar primero al estanque. De repente cambia el escenario y en vez del ángel que movía las aguas, aparece Jesús y entre todos los enfermos le pregunta a él: ¿Quieres ser sano?.

La pregunta de Jesús aparenta ser tan inesperada como la respuesta de este hombre. Pero nuestro maestro conoce hasta las intenciones del corazón. Este hombre que llevaba 38 años enfermo, lejos de responder: Sí, quiero, responde llenándose de excusas por las cuales no había sido sanado. Aunque al final de la historia, el hombre fue sanado por Jesús, necesitamos ver en nuestras vidas si El Señor nos está preguntando si queremos ser sanados.

Quizás este hombre recibía algún beneficio al estar postrado, le ofrecían comida o abrigo, sin tener necesidad de buscarlo. Así acontece en muchas ocasiones en nuestras vidas; tenemos relaciones personales, laborales, vicios, de los cuales no nos hemos liberado; pues, aunque reconocemos que son limitantes en nuestras vidas, nos ofrecen ciertos “beneficios” o “placeres” a los cuales no estamos dispuestos a renunciar. Por eso la pregunta de Jesús es tan maravillosa, ayer como hoy.

Para ser sanos, necesitamos, como este hombre reconocer que tenemos una discapacidad, acercarnos al lugar correcto, pero entender que nada sustituye un encuentro con Jesús y que cuando Él nos confronta debemos estar dispuestos a renunciar y soltar todo aquello que nos impide ser sanados.