Efesios 5:17-18 “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
Cuando uno es llevado por el Espíritu de Dios, no está exento de ser tentado por el diablo, eso nos queda claro en Mateo 4:1. De hecho, el Espíritu de Dios llevó a Jesús con el propósito de entrenarlo para salir victorioso de la tentación. No le quitó la prueba, sino que lo fortaleció para ganar la batalla. Recordemos que la pasión del Espíritu es glorificar a Cristo (Juan 16:14). El Espíritu fue allí ese día para que Jesús venciera, jamás se contempló otro resultado.
¿Qué hay de nosotros? En la Biblia, la palabra tentación y prueba es la misma. El resultado depende del desempeño del individuo que es tentado. ¿Y de qué depende ese desempeño? De si ese individuo es llevado o no por el Espíritu de Dios. Aquí tenemos nuestra primera verdad que nos lleva a ser victoriosos en Cristo.
La palabra ‘Prueba’ tiene una carga positiva en el sentido moral. Es dura, pero es parte del crecimiento del creyente. ‘Su fe está a prueba’ es una frase honrosa, creemos que esa persona ahora está en dificultad, pero eventualmente vencerá y saldrá fortalecido de esa experiencia.
La palabra ‘Tentación’ tiene una carga negativa, porque va asociada a un riesgo. En tal sentido, está asociada a nuestra experiencia: podemos ser tentados, pero nuestra decisión determinará si cedemos o no a la tentación. Solo El Espíritu Santo puede prepararnos para vencer la tentación y salir victoriosos de ella.
Del otro lado está el adversario o diablo, el que acusa falsamente, también llamado el tentador. El diablo usó su tiempo en el desierto para acusar falsamente a Dios, al igual que hizo en Edén (Génesis 3:1-5). También lanzó acusaciones contra Jesús y su identidad de Hijo de Dios. Esa es, básicamente, su arma, su enorme capacidad de tentar, engañar y persuadir.
Cuando entendemos esto, nos damos cuenta de cómo el diablo, este mundo y nuestra naturaleza humana se confabulan para presentarnos como una gustosa tentación que “supuestamente” llenará algún vacío en nuestras vidas, pero, sin embargo, es una falsedad, un cebo temporal, que se desvanecerá y nos dejará más vacíos que antes.
Jesús, lleno del Espíritu, pudo discernir las falsedades y usar la espada del Espíritu, para aplicar las verdades de las Escrituras y desbaratar el plan del enemigo. Entró al escenario de mayor peligro, pero con autorización y con respaldo. Incluso nuestra exposición al peligro puede estar perfectamente controlada por Dios, si perseveramos como Jesús en ser llenos de su Espíritu Santo.