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Éxodo 3:14 “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”.

Por:  Dayse Villegas Zambrano

Cuando Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, él no se resistió, sino que fluyó en el Espíritu. En contraste, el profeta Moisés tuvo dificultades en su primera revelación en el desierto. Estaba escondiéndose de la justicia egipcia cuando Dios lo llamó. 

El ángel de Jehová se le apareció a Moisés desde una zarza en llamas. Lo llamó por su nombre y se le presentó como el Dios de sus padres. Y lo envió a sacar a Israel de Egipto. Moisés tuvo la tentación de seguir escondido y vivir como un anónimo pastor de ovejas. Una vida tranquila. Era una tentación tan grande que nubló su vista y le dio un valor ciego para resistir al Dios que estaba buscándolo para revelarse como el Yo Soy y para hacerlo su profeta. Para sacarlo a la luz, para darle un nombre, para ponerlo en relevancia. 

Moisés fue fuertemente tentado a decirle que no a Dios y a refutar sus órdenes (Éxodo 4:1). Dios le respondió con señales de poder que lo acompañarían en su misión. Moisés estuvo tentado a declararse inútil. Dios se enojó y le aseguró que él lo haría útil. No aceptó un no por respuesta. 

No podemos juzgar a Moisés porque, en diferentes momentos de la vida, hemos actuado como él. Pero ahora tenemos la oportunidad de actuar como Jesús. Sin escondernos y sin resistirnos a las instrucciones de Dios. Aceptando sus señales y sus desafíos. Olvidando nuestras carencias. Perseverando en fluir en la dirección que nos lleve el Espíritu.

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