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Filipenses 2:7  “Sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

Por: Daniel Mora Jiménez. 

Como vimos anteriormente, hubo un llamado en el cielo y fue contestada con toda determinación por Jesús a entregarse, obedecer y cumplir con la voluntad de Dios, demostrando así su inmenso amor. Es así como el Verbo se hizo carne, la luz descendió a la tierra para alumbrarnos y mostrarnos el camino al Padre. 

Algo muy importante que debemos observar en el carácter de Cristo, es que su amor fue demostrado con su servicio, tal como lo detallan lo evangelios, cuando Jesús dijo: “no había venido a ser servido, sino para servir y darse por el rescate de muchos”. Por lo tanto, en esa misma característica de su amor nosotros debemos actuar con el llamado que hemos recibido de parte de Dios; recordemos que Él nos dijo: “Id y haced discípulos”, por lo tanto, para cumplir con este llamado debemos entregarnos dejando de lado nuestros intereses y toda idolatría que esté ocupando el lugar de Dios, para de esa manera poder pasar “servirle”. 

Pero cuando hablamos de este servicio encontramos que es en favor de otros, pues no nos servimos a nosotros mismos, no lo hacemos para ser vistos o para alcanzar algun merito o favor de parte de Dios, todo lo hacemos en la misma actitud de Cristo, es decir, con amor. Es en ese amor con el cual damos voluntariamente nuestra vida a Dios, sirviéndole en acción de gracias por todo lo que hizo por nosotros. 

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