Filipenses 3:12 “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”.
Escrito Por: Ps. David Pérez Vera
Es un gran desafío y privilegio en la vida de un cristiano, reconocer la misericordia de Dios, habiendo dejado atrás un mundo de oscuridad, esclavitud del pecado y condenación. El apóstol Pablo afirmando que fue asido por Cristo Jesús, recuerda su propia conversión en el camino a Damasco.
Recordemos juntos este suceso, Jesucristo se le apareció en gloria, le tumbó al suelo, le habló con voz audible y le dejó ciego. Saulo de Tarso como se lo conocía entre los judíos, creía que persiguiendo a la iglesia estaba agradando a Dios, pero por lo contrario, se encontraba luchando en su contra. Él iba a Damasco para detener a cristianos y entregarlos al sumo sacerdote, para ser torturados y muertos. Luego del encuentro con Jesús, pasó tres días en ayunas en una casa meditando sobre estas experiencias en el camino. Cuando Ananías le impone las manos, por mandato del Señor, Saulo confía plenamente en Jesucristo como su Salvador y Señor de su vida.
Jesús le ha parado los pies a Saulo, le ha sacudido hasta los cimientos de su alma. Al final, Saulo de Tarso se rinde arrepentido. Caen las escamas de sus ojos, recibe el bautismo y toma alimento. Ahora ha nacido de nuevo, es una nueva criatura.
Que importante es abrir nuestro corazón y sincerarnos, tal como lo vemos en la vida del apóstol Pablo, que abre su corazón a sus hermanos filipenses como buen mentor. En otras palabras, comparte lo que siente en su interior, el proceso que le llevó a renunciar a toda confianza en su propia religiosidad, para descansar únicamente en Jesucristo.
Así como el aprendió que la única aspiración que merece la pena es conocer a Cristo más y más, asimismo, nosotros en este día debemos desafiarnos a vivir una vida que reconozca en todo tiempo que sólo en Cristo Jesús llegaremos algún día a la meta anhelada, considerando que es un proceso que empieza con la conversión y seguirá perfeccionándose durante toda la vida.
Finalmente llegamos al punto de reflexión y desafío ¿Podemos decir lo mismo que el apóstol Pablo? ¿Podemos afirmar que Jesucristo echó mano de nosotros, que no se trató de nuestra decisión sino de su infinita misericordia y amor obrando en usted y en mí? Creo firmemente, que el reconocer el milagro de su toque divino, es lo que nos impulsa a seguir su llamado y el cumplimiento de su propósito en nuestras vidas, Shalom.