Génesis 21:16-17a “…porque ella pedía: “No me dejes ver la muerte de mi hijo. Se sentó a esa distancia y comenzó a llorar. …Pero Dios escuchó la voz del niño”.
Escrito Por: Nelly Jácome de Pérez
Agar sierva de Sarai, y su hijo Ismael son despedidos por Abraham, con la promesa de Dios que haría de Ismael una nación. Ella parte y se pierde en el desierto de Beerseba, se queda sin agua y en esa situación angustiosa, Agar se prepara para morir y dejar morir a Ismael. Había perdido toda esperanza, pero Dios interviene, de acuerdo a la promesa que le hiciera a Abraham, porque Él cumple sus promesas y permite la sobrevivencia de Ismael al cuidado de Agar.
Analizando esta historia, podemos ver que Dios está al tanto de todo lo que nos pasa y que no sólo ve lo que nos sucede, sino que oye nuestras oraciones y está dispuesto a actuar en nuestras vidas. El acude ante nuestra súplica con un gran amor y llega como un salvador en el momento exacto en el cual necesitamos ser rescatados.
El versículo 18 dice que Agar recibió una instrucción “Levántate, alza al muchacho y sostenlo con tu mano; porque yo haré de él una gran nación”. La Biblia está llena de historias de personas cuyas vidas han dado la vuelta al obedecer algún mandamiento de Dios. Como Moisés golpeando el Nilo con su báculo, Gedeón soplando la trompeta y Josué haciendo a la gente marchar y gritar. La fuerza no está en la acción de la persona, sino en el Dios que bendice la obediencia. Sin esta pequeña obediencia ¿habría pasado algo? ¡Seguramente no!. “Entonces abrió Dios sus ojos, y vio una fuente grande de agua” (V.19ª). Dios abre los ojos de Agar para ver lo que siempre había estado ahí –una fuente de vida –salvación-Cuando Dios nos ayuda a salir de una mala situación, a veces nos crea una nueva solución, pero otras veces nos abre los ojos para ver su bendición que siempre estuvo allí.
Las terribles pruebas de la vida oscurecen todos nuestros sentidos y no nos dejan ver las bendiciones de la provisión de Dios en esos momentos. La tarea de Dios sigue siendo la de abrir los ojos de sus hijos para que vean las bendiciones que Él ha puesto delante de ellos para que no perezcan. Cristo sacia la sed del alma (Juan 7:37). Si hay llanto en su corazón que no ha sido satisfecho dígale al Señor que abra sus ojos para ver la fuente inagotable de su amor, Amén.